Mavericks vino de atrás en últimos segundos, provocó la prórroga y venció a Thunder
BRISTOL La situación lo exigía; perder ante los Dallas Mavericks colocaría al Oklahoma City Thunder en un hoyo 1-3 rara vez superado. Para Dallas, una serie larga con partidos cada 48 horas no le convendría a un equipo con una edad promedio de 29.9 años de edad.
Siete de los jugadores en su rotación sobrepasan los 30 años de edad. Jason Terry, Shawn Marion y Peja Stojakovic ya soplaron 33 velas. Jason Kidd supera los 38 años de edad. Cuando Kidd llegó a la liga como novato en su primera parada en Dallas, Dick Motta era su director técnico.
Quizás el rubro donde se notó la ventaja que tenía por su juventud el Thunder fue en los rebotes, en particular los rebotes ofensivos. Da escalofríos a cualquier técnico contrario enfrentar el hecho que de los 43 intentos al aro que Oklahoma City erró en el partido, el Thunder recuperó el rebote en 20 de ellos. Súmenle que Oklahoma City encestó sus primeros nueve intentos al aro y el anfitrión colocó a Dallas a la defensiva desde un principio.
El descuido principal del Thunder durante todo el encuentro fue su propensión a cometer faltas personales. Dallas lo aprovechó, encestando 16 de 19 intentos de tiros libres en la primera mitad solamente, para terminar a cinco puntos de los anfitriones en el descanso.
Nick Collison exhibe la malicia como hijo de un entrenador de baloncesto que es. Limitó a Dirk Nowitzki a cuatro intentos al aro en el tercer cuarto, tras el alemán haber anotado 22 puntos en la primera mitad.
El cuadro titular que presenta Brooks, quien es muy reacio a cambiar patrones establecidos, coloca a dos jugadores que enfrentan duelos desfavorecedores en esta serie. Kendrick Perkins no es tan ágil y móvil como lo es Tyson Chandler y Thabo Sefolosha normalmente aporta sólo en el costado defensivo del parquet. Por lo tanto insertar a Harden cuyo tiro perimetral estira las defensivas contrarias y le abre espacio a sus compañeros y cuyas dotes como armador son subestimadas, le conviene.
Insertar a Collison le permite a Brooks marcar a Nowitzki con su mejor defensa, permitiendo que Serge Ibaka se acerque a la llave, rebotee e intimide con sus tapas a los penetradores de Dallas.
Todo esto asume que Russell Westbrook juegue bajo control. En el mejor de los casos, como en el cierre de su semifinal de conferencia del Oeste ante los Memphis Grizzlies cuando definió la serie en un séptimo partido con una triple decena, Westbrook busca involucrar a sus compañeros con sus pases y asistencias, preocupándose como arma secundaria de proveerle a su equipo puntos en la llave o desde la línea de tiros libres.
Ese Westbrook ha desaparecido en los últimos dos encuentros. Brooks optó por dejarlo en la banca por los 12 minutos del último cuarto del segundo partido y el resultado fue el único triunfo del Thunder en esta serie. Cuarenta y ocho horas después, estuvo en cancha en el cierre, en un partido donde Oklahoma City descontó una desventaja de 23 puntos a cuatro, pero cuatro intentos al aro errados y dos pérdidas por parte de Westbrook le privó al Thunder la posibilidad del triunfo.
Con Westbrook en cancha en el último cuarto del cuarto partido, Oklahoma City alcanza su máxima ventaja de 15 puntos, a raíz de un triple de Durant. El director técnico Rick Carlisle de Dallas opta por traer a la cancha a su antídoto de Durant, Shawn Marion. Poco después, Harden comete su sexta falta y tiene que abandonar el cotejo. Previo a la salida de La Barba, OKC intentó 25 jugadas de bloqueo y continuación; tras su partida solo dos. En esta postemporada, según el departamento de estadísticas e información de ESPN, Harden ha anotado la octava mayor cantidad de puntos como manejador del balón en un pick-and-roll y la sexta mayor cantidad de puntos en contragolpes.
El colapso de la ofensiva del Thunder frente a su afición fue indescriptible. Fallaron nueve de sus últimos 10 intentos en el reglamentario. Ocho de esos nueve intentos errados se intentaron a un radio de cinco metros o más del aro. Westbrook falla cuatro de cinco intentos de campo y dos tiros libres, y Durant no encesta sus tres tiros (el más cercano a más de siete metros del aro) con una pérdida.
Todo esto mientras Oklahoma City contaba con la ventaja. Sencillamente se desesperaron. Seis de esos nueve intentos se afectaron cuando restaban al menos ocho segundos en el reloj de tiro, recalco, con la ventaja en el cierre de un partido. En vez de ser un equipo veterano que sabe cómo liquidar un cuarto, un partido y una serie, Oklahoma City perdió el enfoque en el momento en que más lo necesitaban.
¿Debió sustituir Brooks a un Westbrook atolondrado? Insisto que Brooks no cambia su rotación y patrón de uso de sus jugadores con facilidad. Quizás pensó que enviar a la banca a Westbrook por segunda ocasión en esta serie hubiese socavado devastadoramente la frágil confianza de su armador. Pero Russell todavía no pierde ese instinto de AAU de intentar halar la ofensiva en su dirección cuando el equipo está atorado ofensivamente, ante un equipo que diseña su defensiva para sacarle provecho a tan predecible armador.
Sería muy sencillo asumir que Eric Maynor hubiese al menos hecho tocar fondo al Thunder en el cierre del último cuarto o en la prórroga, cuando el equipo permaneció en shock por la ventaja desperdiciada, pero nunca sabremos qué pudo pasar con el armador reserva de Oklahoma City en cancha. Le tomó a Brooks perder este crucial partido, y poner en jaque la serie ante Dallas, entender que no tenía mucho que perder con la sustitución, de la manera que juega Westbook.
Durant es cómplice de esta debacle. Su último intento fue un triple kilométrico a 10 metros del aro que Marion desvió. En intentos que pueden empatar o ganar partidos con 24 segundos o menos en el cronómetro esta temporada (incluyendo eliminatorias), Durant ha encestado sólo dos de 14 intentos y el Thunder en general 5 de 29. Liquidar partidos reñidos es una asignatura pendiente para el jugador insigne y párale plantel entero de Oklahoma City.
Trece años en la NBA no han bastado para remover del todo la etiqueta de blando a Dirk Nowitzki. El que mida los siete pies (2,13m) y su ofensiva no se defina por su juego de espalda al aro es vista por una importante proporción de la prensa especializada estadounidense como una debilidad. Perder unas Finales en 2006 ante Miami cuando les aventajaban 2-0 y con ventaja en el último cuarto del tercer partido fue la muestra clásica de su debilidad, para muchos colegas de la prensa en este país. Perder en la primera vuelta de las eliminatorias en tres de las últimas cuatro campañas selló su reputación.
Pero Dirk ha sabido adaptarse al medio en que vive. Ya no es el chico tímido y respetuoso que apareció en Dallas como adolescente. Ahora reclama que los árbitros le den el tratamiento de estrella, habla pestes a sus contrarios, pero todavía le quedaba una prueba por demostrar con constancia.
En el cuarto partido de las Finales del Oeste, Nowitzki pasó la prueba que esa misma prensa y cultura enebeística exige. Cargó con la ofensiva del equipo en una situación sumamente difícil, en un ambiente hostil, en una encrucijada de enorme importancia para su escuadra. Anotar 13 de los últimos 16 puntos de su equipo para nutrir una racha de 17 a 2 que forzó la prórroga es precisamente el tipo de proeza intocable que los enterados requerían de él. Exigió el balón, destrozó por su cuenta la defensiva y moral del contrario, jugó como el varón-alfa que todos querían ver.
Dirk tocó el balón en el 45% de las posesiones de Dallas en los primeros tres cuartos. En el último cuarto y la prórroga, lo tocó en el 63% de las posesiones de los Mavs, incluyendo ocho de las últimas 10 en el tiempo extra. Nowitzki fue el macho de la película.
Ocho equipos han revertido una desventaja 1-3 en una serie de playoffs hasta siete partidos en la historia de la NBA. Oklahoma tiene el talento para lograrlo, y jugarán el quinto partido con la soltura del condenado que no tiene mucho más que perder. Pero ha quedado claro que les queda por demostrar que saben liquidar partidos y oponentes a un altísimo nivel y que su director técnico prefiere que sus jóvenes baluartes lo aprendan por las malas, si no son capaces de absorber las lecciones impartidas.