El británico consigue su segunda victoria del año con Fernando Alonso segundo, mientras Vettel sólo pudo ser cuarto con su Red Bull tras superar a Massa en el cambio de neumáticos de la última vuelta
No sentía el frío Lewis Hamilton cuando buscó el abrazo con Fernando Alonso nada más bajarse del coche y encontrarse a su enemigo de siempre. El hombre que compartió decepción en 2007 apenas pudo evitar el saludo efusivo del piloto al que más respeta en el mundo de los mejores. La batalla estaba caliente todavía.
Fueron unos pocos metros, apenas veinte. Eso fue lo que duró el liderato real de Fernando en Nurburgring, lo que tardó en deshacerse el acierto en la estrategia del equipo Ferrari tras la segunda parada del piloto asturiano, lo que pudo mantenerse en primera posición el español con sus neumáticos helados como el clima de las montañas de Eifel ante la llegada de un desbocado Hamilton, genial ayer, con compuestos en su punto óptimo de temperatura y ayudado por un McLaren que, al fin, ha cambiado el gris por el plata. ¡Qué manos las de estos dos!
Lewis y Fernando, Alonso y Hamilton demostraron ayer que son los dos mejores pilotos de la actualidad, que cuando disponen de un coche similar al de sus rivales están ahí, los primeros. Ayer el mejor fue el británico, que regaló algunos de los mejores adelantamientos de lo que llevamos de campeonato como en la batalla por el liderato que tuvo con Webber, delante uno, detrás otro, y a la inversa, como en un videojuego de la realidad, con los dos pilotos rozando sus coches a casi 300 km/h. El líder de McLaren logró su segunda victoria en la presente temporada y se pone tercero en la clasificación del Mundial tras un Sebastian Vettel que ayer, en su carrera de casa, sólo enseñó la cara B, y Webber.
El campeón cedió ante Alonso en la salida, aprovechó un error del español para recuperar la posición, pero después el asturiano volvió a pasarle en la pista. Dos a cero. Sebastian tuvo ocasión de rehacerse ante Felipe Massa, pero no logró adelantar al brasileño hasta la vuelta final, en boxes, aprovechando la lentitud de los mecánicos de Ferrari en ese cambio de gomas. No, no fue la mejor carrera de la gran estrella de Red Bull, apagada ante el fulgor de los dos pilotos de cabeza. Pero se lo puede permitir. Eso y más. Todavía mucho más.
Es cierto, aunque también lo es que no debe dejar en el aire esa sensación de que es un piloto con coche. En el gran premio del retorno de los difusores soplados, la supuesta gran ventaja de la que disfrutaban los Red Bull, quedó evaporada, diluida en la sesión clasificatoria. Como Webber, que arrancaba la carrera desde la pole. Ayer tuvo su oportunidad y subió al podio en el tercer escalón, detrás de los monstruos del asfalto. La temporada que se suponía de dominio total de la escudería de la lata energética ha visto como la remontada, al menos en rendimiento, de los equipos tradicionales es un hecho.
Ferrari llevó un coche nuevo a Silverstone y ganó. McLaren, aquí en Nurburgring y venció. En las últimas cuatro carreras disputadas ha habido cuatro ganadores diferentes, Button, Vettel, Alonso y Hamilton, algo que no ocurría desde las cuatro primeras carreras de 2003. El Mundial se alegra, el campeonato se anima con Hamilton y Alonso ante el discurso monótono y brillante de Vettel. La cosa ha cambiado… En Hungría, la próxima semana, más. Y un escalón, mejor.