EFE
a la hora de hacer críticas no tuvo consideración hacia rivales como sus compatriotas Pete Sampras y Michael Chang, junto con el alemán Boris Becker, uno de los que más le han criticado por el contenido de su autobiografía y la admisión de haber consumido drogas.
De Sampras, Agassi cuenta en su libro que “suena más robótico” que un loro. Dice que “envidia” la personalidad “sosa” de Sampras.
“Desearía poder emular su espectacular falta de inspiración y su peculiar falta de necesitar estar inspirado”, afirma.
Sobre Chang, Agassi se burla del espíritu religioso que envolvía toda la actividad deportiva y que metiera siempre en todas sus declaraciones el nombre de Dios.
“Le da las gracias a Dios, le atribuye a Dios una victoria, lo cual me ofende. Que Dios tome partido en un duelo de tenis, que Dios estuvo en mi contra, que Dios estaba del lado de Chang, suena ridículo e insultante”, describe Agassi en su autobiografía.
“Le ganaba a Chang y disfrutaba con cada golpe blasfemo”. Cuando Chang conquistó el Abierto de Francia de 1989, Agassi admite que no le gustó para nada: “Me asqueó. ¿Cómo podía ser que Chang, de entre todos, podía ganar un slam antes que yo?”
Tampoco deja bien parados a otros rivales, especialmente a Becker, de quien dice que también le guardaba mucha antipatía porque le lanzó besos a Shields durante un partido.
De la odisea de la peluca en la final del Abierto de Francia, que perdió ante el ecuatoriano Andrés Gómez, dice: “Me puse a rezar cuando calentaba antes de iniciar el partido. No era por la victoria, sino para que la peluca no se me cayera”.
Agassi muestra con el capítulo del consumo de substancias prohibidas toda la decepción que sintió por haber hecho algo que nunca quiso que sucediese y que además tuvo que ocultar, hasta que encontró la fuerza para darlo a conocer en el libro que dice la verdad de su vida.