POR ANTONIO ANDRAUS BURGOS
Siempre se ha dicho en el béisbol, como axioma, que el equipo que batea es el que gana … o también, el que no batea, no gana … ¿Hasta dónde eso es verdad?
Digamos que esa tesis. en términos generales, es por lo regular, de total aceptación. Sin embargo, y aquí vienen los peros, no todas las veces se comprueba que con el bateo tienes ganados los juegos.
Acaba de suceder en la final de la Serie Mundial, tras una temporada de fantasía de los Cascabeles de Arizona y una final de sensación para los Vigilantes, que esperaron 62 años para ganar el codiciado título del Clásico de Otoño.
Los Cascabeles se clasificaron compartiendo el último comodín de la Liga Nacional, con los Marlins de Miami, con 84 ganados y 78 perdidos, y lo hicieron, con una tenaz lucha sobre la fase final de la campaña; mientras que los Vigilantes llegaron igualmente por la vía del comodín de la Liga Americana, al concluir empatados con 90 ganados y 72 perdidos con los Astros de Houston, que se llevaron el título de la división Oeste, por haber ganado la contienda particular entre dichas novenas.
Los Vigilantes batearon para 263, ocupando la primera casilla de la Liga Americana en esas estadísticas, con 233 cuadrangulares y 865 carreras remolcadas; en tanto que los Cascabeles lo hicieron con 250 en el bateo para ser séptimos en la campaña regular de la Liga Nacional, con 166 tablazos de circuito completo y 706 carreras impulsadas, por lo que para los críticos y entendidos, los de Texas eran favoritos para llevarse la corona de Otoño desde antes de iniciarse la gran final, teniendo en cuenta la actuación de las novenas en la temporada regular.