Las cuatro series divisionales, dos por circuito, son clásicos anticipados en el béisbol de las Grandes Ligas. Por algo han llegado a la postemporada.
POR ANTONIO ANDRAUS BURGOS
Los Rayas de Tampa tuvieron un comienzo de año sencillamente espectacular, pero declinaron mucho tanto en su ofensiva como en la profundidad de su cuerpo de lanzadores, especialmente con la pérdida de Shane McClanahan, en la fase final de la temporada.
Los Azulejos de Toronto carecieron de fortaleza en su grupo serpentinero, que fue evidente desde mitad de la campaña y quedó comprobado en las postrimerías de la temporada.
Los Cerveceros de Milwaukee sabían que la inestabilidad de sus lanzadores podría ofrecer ventaja a sus rivales a la hora de las definiciones, y eso ocurrió en la agonía del calendario regular de juegos.
Y, finalmente, los Marlins de Miami llegaron a la ronda de los comodines más por el ímpetu de su poder ofensivo que por la consistencia de grupo serpentinero, tras una campaña para el olvido de su as dominicano, Sandy Alcántara.
Ya estamos en las rondas divisionales, tanto de la Liga Americana como de la Liga Nacional, una cita que tiene los ingredientes para pensar que no están todos los que son, ni son todos los que están.
Los Orioles de Baltimore contra los Vigilantes de Texas y los Mellizos de Minnesota frente a los Astros de Houston, se nos antoja bautizar como dos series de clásicos anticipados, cualquiera que sean los resultados en la Liga Americana.
Otro tanto podemos señalar de las dos rondas divisionales de la Liga Nacional, cuando los Filis de Filadelfia van a probar que lo de hace un año fue béisbol y no suerte ante los poderosos Bravos de Atlanta; y los Cascabeles de Arizona harán lo propio ante los encopetados Dodgers de Los Ángeles.