El Madrid, a tres puntos del liderato. Osasuna, en mitad de la tabla. Frío en Pamplona (cuatro grados, riesgo de lluvia) y, como es habitual, ardor en la grada. El empate del Barcelona concede otro rango al partido. La presencia de Cristiano lo coloca en otra dimensión. Estamos ante un gran jugador en tiempo de reconquista, decidido a recuperar el trono, estimulado por los campos en brasas y aquí, esta noche, se podrán asar sardinas.
Y advierto que la expectación por Cristiano no es melancólica (quince días sin verlo). Hay razones para sospechar que se castigó cada polvorón con 500 abdominales y cada peladilla con 250. También es fácil imaginar que tantas tardes sin fútbol le harán saltar al campo ansioso por jugar y ganar.
Estos son los primeros alicientes, pero hay más. A quienes intuyen que el fútbol cambiará de dueño en 2010 les llegó ayer una señal desde Barcelona que no será completa si no gana el Madrid. Así que nadie diga que estos son tres puntos más; hoy se estrena año y se reparten cartas nuevas.
Vayamos con los equipos. El Madrid forma con lo mejor que tiene sano. Como Kaká se quedó en Madrid afinando su puesta a punto, Van der Vaart repetirá en el puesto de enganche, por detrás de Cristiano (siete goles) e Higuaín (ocho). El mediocampo recupera su mejor versión (Lass, Xabi, Marcelo) y la defensa seguirá cubriendo con Garay la baja de Pepe.
Osasuna, como viene siendo costumbre, lo fía todo al Rifle Pandiani (seis goles de los 14 del equipo) y a la voluble inspiración del sector iraní (Nekounam, Masoud). Más allá de los nombres, los problemas de Camacho son matemáticos: una sola victoria (0-1, en Zaragoza, el 29 de noviembre) en los últimos nueve partidos.
Por cierto. No existe la memoria en el fútbol, pero si existiera, convendría recordar que el Madrid que visitó el Reyno la pasada temporada, con Osasuna necesitado de puntos para salvarse, se comportó, digámoslo así, galantemente. Prevaleció el respeto hacia Camacho, viejo guerrero de la tribu. Si las actitudes contrarias provocan enemistades eternas, sería bueno que en este caso se llegara, si no al amor empalagoso, por lo menos al afecto distraído.