Ganó Vanendert. Contador resiste. Voeckler gana opciones
Entre la decepción general, porque nada pasó, me atrevería a proclamar mi ilusión particular, porque todo está por pasar. Véanlo así. Tal y como se presentaba la cuestión, con Contador con la rodilla maltrecha, el balance de los Pirineos no ha sido un fracaso. Al contrario: sobrevivir ha sido un éxito. En dos etapas descomunales, los favoritos sanos no han sido capaces de sacar al tricampeón más que un puñado de segundos. Su desventaja en la general sigue fundamentada en el tiempo que perdió (1:42) en aquella caída de la primera semana. Todo sigue en vilo, pues.
La intriga debería ser la principal aportación de un Tour diferente a los anteriores. Tan diferente resulta que hasta lo podría ganar un francés, algo que no sucede desde 1986, cuando Bernard Hinault sumó su quinto triunfo. Y es que el rendimiento de Voeckler en los Pirineos ofrece argumentos para imaginarlo como héroe de Francia el próximo 24 de julio. Ayer, de hecho, dio la impresión de que hubiera tenido fuerzas para atacar en los últimos kilómetros, lo que le hubiera convertido, parafraseando a Valdano, en pájaro disparando a las escopetas.
No faltan los que piensan que la fortaleza de Voeckler no es otra cosa que debilidad de los favoritos y tampoco sería esa una mala noticia. El nuevo ciclismo, el que esperamos limpio, ha de estar protagonizado por corredores vulnerables, que sufren, se retuercen y se agotan. Se acabaron las exhibiciones prodigiosas. El campeón y el favorito se igualan al buen ciclista en racha, al tipo corajudo que se ve inspirado por el maillot amarillo. Y en esa situación se encuentra Voeckler, cada vez más estimulado por un impulso que no da positivo: la ilusión.
Eso sucedió ayer en Plateau de Beille. Hubo algo así como un empate técnico, combate nulo. Pero no fue una mala pelea, en absoluto. Andy Schleck ejerció de delfín y atacó cuanto pudo. Primero en el kilómetro 10, luego en el nueve, y en el ocho. Más arriba después. Contador respondió siempre, ya fuera en primera persona, o guiado por otros ciclistas, más calculador. No es su estilo, pero los estilos cambian en función de las energías. Y parece evidente que Contador no está en su mejor momento. Pero no se rinde.
Vanendert.
Basso quiso poner un ritmo extenuante, pero todos compartían el mismo nivel de extenuación. Evans dio justo el tirón que podían aguantar los otros y con ese equilibrio se presentaron en los últimos metros, cuando Andy se pegó un sofocón para ganar un par de segundos.
Vanendert ya había culminado la hazaña de su vida. El tenaz Samuel ya había cruzado la meta, ojo con él. No descarten a nadie porque estamos en el Tour de los hombres ordinarios, eso es lo extraordinario. En tales condiciones habría que ser muy osado para despreciar las opciones de Contador.